Literarios (hecho en casa)

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aconcagua
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Re: Literarios (hecho en casa)

Mensaje por aconcagua »

muy lindo tu arreglo de Camille, mister. No comenté, pero lo escuché.

Aquí va un escrito mío de los antiguos:

Gato salvaje


Hace calor y hay mosquitos, por eso encendí un espiral pero me sigue picando todo el cuerpo y ahora creo que son pulgas y que el gato salvaje que quiere vivir en mi casa resulta que está en la casa y yo no me dí cuenta. Tal vez el stress que vengo acumulando y el rechazo social que empiezo a sentir en carne propia a partir de la enfermedad mental de Juan están haciendo una zancadilla a mi formidable aplomo y hasta ahora muy notable control de las situaciones problemáticas. En síntesis, yo también me estoy volviendo loca y me rasco picaduras de pulgas inexistentes y busco inexistentes gatos por debajo de las camas y por detrás de los libros y por dentro de los armarios.
Si el gato no fuera rubio no se le notaría tanto lo sucio que está. Además de su aspecto temible, enorme y surcado por muchas cicatrices -lo cual demuestra que es un macho alfa y que en las peleas sale herido pero airoso-, se ha esmerado en marcar meticulosamente el territorio elegido, lo cual ha dejado el exterior de mi casa particularmente hediondo. Hoy dediqué bastante tiempo al asunto del hedor en tres tiempos diferentes y con tres diferentes recursos. Fregasuelos, jabón de marsella y lejía fueron totalmente ineficaces y en resumen, solo conseguí perder bastante tiempo aunque debo de reconocer que el patio ahora luce mucho más limpio que antes. La limpieza se fue extendiendo en cada tiempo, para hacer economía de esfuerzo comencé solo por el escalón donde el Alfa se apoya para saltar por mi ventana, pero me decidí después por continuar dos escalones más abajo y otros dos más arriba. Luego dediqué unos escobazos a la porción de suelo que equivale a la puerta de entrada. Ahí decidí esforzarme un poco más y como en Radio Clásica justo sonaba una sonata de Beethoven que una pianista japonesa tocaba deliciosamente, me extendí alegremente y hasta empecé a echar cubos de agua a troche y moche con el agua impregnada de productos de limpieza hasta terminar empuñando la manguera y requisando cada rincón. Ya que estaba, regué las plantas. Fui a ver a Juanito que está ingresado en el hospital otra vez, intenté ser cariñosa y mostrarme tranquila y le conté mis encontronazos con el gato salvaje para distraerlo un poco de sus pensamientos dolorosos. También empecé un juego del "veo-veo" sin demasiado éxito, ya que en la Unidad las sillas son todas azules y todas las paredes son blancas, el teléfono es azul y las señalizaciones son verdes y los uniformes de los celadores también son verdes aunque los de las enfermeras son blancos igual que las paredes. Caminamos por los pasillos y miramos por todas las ventanas, buscamos Puerto Real en una y el trocito de playa y mar que le toca, en otra vimos la ermita de Chiclana y un fragmento de San Fernando. Caminamos para el otro lado y vimos la colina donde se asienta Medina Sidonia, hoy estaba algo nublado y se veía poco, pero Juan dijo que de noche se ve mucho mejor, con las luces encendidas. Desde la cuarta ventana se ven los jardines del hospital, el pinar y un sector del aparcamiento Quisimos buscar a nuestro coche aparcado ahí, pero justo lo tapaba un árbol que es muy grande y alto y que sigue en pie aunque está muerto. La visita no fue muy larga porque Juan no está demasiado receptivo ni sociable en estos días, miramos los libros de las estanterías y me lamenté de no haber llevado ahí los libros que abandoné la semana pasada al lado del contenedor de la ropa usada cuando estuvimos reorganizando la casa. Consideré que el Werther de Goethe y otros clásicos que ví ahí no eran muy apropiados para esa biblioteca, aunque nunca se sabe, claro. Descubrí Las mil y una noches y lo ponderé como el mejor: cuentos, cortos, lindos y entretenidos. No quiere leer nada mi Juan, entonces me ofrecí a leerle yo, siempre había fantaseado con leerle libros a un ciego aunque años más tarde abandoné esta fantasía porque los ciegos que son lectores se las ingenian para leerse sus propios libros. Juan tampoco quiso que yo le lea nada, entonces le dí un par de besos y me fuí. Salí por los jardines y miré hacia arriba buscando la imagen inversa: el árbol muerto me taparía entonces la visión de la ventana, pero no, no la tapaba. La ventana se veía muy bien, pero no estaba ahí Juanito mirando como yo me marchaba. Seguramente se habría vuelto a la cama para continuar rumiando sus pensamientos dolorosos. Intenté paliar mi propio dolor y me volví a casa. Apenas puse la llave en la cerradura me invadió otra vez el olor del gato salvaje. El patio lucía impecable y sin ninguna sorpresa visible, el zócalo de la entrada estaba sin mácula y el felpudo secándose arriba de una silla. Fue ahí que descubrí con horror una mancha sobre la puerta. Un rastro de un líquido ya seco que solo era observable porque no es mi costumbre fregar la puerta de entrada, de modo que el rastro líquido había dejado su huella como si alguien hubiera estrellado un huevo contra la puerta. Me parecía imposible que el gato salvaje hubiera logrado marcar así su pretendido territorio, no solo por la posición anatómicamente imposible de mear sobre la superficie vertical, sino también por su supuesto razonamiento de gato salvaje que no duda en cuál es el contenido simbólico del objeto "puerta". Decidí entonces hacer la pericia de la huella, y para esto tuve que olfatearla del mismo modo en que lo hubiera hecho un gato y concluir con asco que efectivamente, la huella era de un líquido orgánico animal que seguramente también tenía cierto contenido prostático y en definitiva, fétido. Estuve a punto de vomitar pero me contuvo el pánico de pensar que quizá alguno de mis curiosos vecinos me estaba fisgoneando por alguna ventana mientras yo olisqueaba los orines del gato salvaje. Enseguida comprendí que todo es un ida y vuelta en esta vida, y que en realidad era yo la que estaba fisgoneando las ventanas de mis vecinos, pero esta disquisición mental fue interrumpida cuando volví a mirar la puerta de mi casa y me topé con el enrejado que cubre la mirilla de un modo muy decorativo y atípico, es una forja muy gruesa y antigua que lamentablemente estaba pintada de blanco en lugar de conservar su color de forja cuando yo empecé a vivir ahí. Me acordé de un carpintero suizo que conocí en buenos aires y que sabiamente me aconsejó "si no puedes disimularlo, exáltalo". Fue hace dos años que decidí pintar la forja de dorado y en verdad que no quedó nada mal. Deduje con horror que el gato salvaje había dado un salto felino y se había prendido con las garras de la forja. Una vez ahí, solo tenía que mear y listo. Como soy humana y por lo tanto irrespetuosamente antropocéntrica, desestimé un razonamiento tan complicado para un gato. Pero como no tenía otra deducción mejor y además estaba haciendo la pericia de la huella, entré a buscar un centímetro e hice unas cuantas mediciones para calcular el largo del gato, la altura de la forja, el ángulo de la emisión de líquido y la distancia de carrerilla para lograr el salto. Los números cuadraron perfectamente según mis aproximaciones a la medida del gato, tanto si en el momento de la prensión tenía las patas delanteras extendidas como si las tuviera encogidas. Otra vez a mezclar agua con lejía en el cubo y esta vez para lanzar el contenido contra la puerta. Esta vez no me atreví a vigilar a mis vecinos, intenté hacerlo lo más rápido posible y asumiendo las consecuencias, ya que la puerta tiene casi cuatro centímetros de luz por debajo y casi toda el agua del cubo se escurrió hacia el interior de la casa en lugar de resbalar afuera, con lo cual tuve que dedicar otra media hora a secar la cocina. La noche anterior había quedado muy impresionada cuando descubrí que el gato salvaje había entrado por la ventana de la cocina y estaba durmiendo en el sillón de Juan. Apenas escuchó que me levanté, escapó por la ventana, pude ver su silueta en la oscuridad y al encender las luces comprobé que no había roto nada -las plantitas de la ventana estaban intactas-, había deambulado entre vasos y jarras y no había volcado nada, no había comido nada, solo quería dormir en el sillón de Juanito, que estaba calentito y con rastros de pelos rubios y por supuesto, maloliente. Cuando Don Antonio construyó esta casa, él venía de El Marquesado donde tenía un huerto y árboles frutales, gallinas y conejos. Ya estaba cansado para cuidar la tierra, entonces se mudó al casco antiguo y a esta casa vieja, construyó el pisito extra donde ahora vivo yo y encima del pisito -en la terraza- se hizo en un rincón una conejera para no abandonar del todo sus gustos campesinos. Y fue allí donde se fue a dormir anoche el gato salvaje, conozco bien los ruidos que hace el gaterío y que resuenan sobre el armario de mi dormitorio. Jamás se hubiera imaginado Don Antonio que la conejera iba a ser su último recinto. Cuando murió, su cuñada hizo llevar la urna con sus cenizas aún calientes a la terraza, no entiendo por qué no quiso dormir bajo el mismo techo con las cenizas cuando al día siguiente las metió en el coche y viajó con ellas hasta Murcia. Debe ser que la noche despierta fantasmas o temores que desaparecen con la luz. La cosa es que Don Antonio ya no está pero la conejera sí. Abandonada, pero está ahí y es guarida de los gatos. Hay uno de ellos, uno sucio, grande y feo, que teme a la noche, o a los primeros fríos que se aproximan, o que busca un resguardo más confortable, o que quiere el sillón de Juanito. Hoy miré más de una vez ese sillón vacío, sin mi Juan y sin el gato, quise pensar en señales o en códigos o en interpretar supersticiosamente las siete vidas de ese gato y el augurio de siete vidas para Juan, las cicatrices en la piel de ese gato y las huellas dolorosas que estos episodios dejan en Juanito, el punto de vista de un gato -si es que un gato tiene algún punto de vista-, y el punto de vista de una persona que está fuera del juicio de realidad y dice cosas que el común de la gente no alcanza a comprender, el rechazo que causa un gato sucio y salvaje y el estigma/rechazo que provoca la enfermedad mental, el desparpajo de un gato que pretende vivir en mi casa sin que yo lo invite y la pretensión absoluta de que las certezas psicóticas sean aceptadas y valoradas como verdades. Creo que mañana -antes de ir a visitar a Juanito-, subiré a la conejera y dejaré ahí un recipiente con un poco de comida. Algún gato la aprovechará.

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aconcagua
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Re: Literarios (hecho en casa)

Mensaje por aconcagua »

mister, has captado muy bien eso de que no está separado en párrafos. Vaya, eres muy sensible...

Cantabile88

Re: Literarios (hecho en casa)

Mensaje por Cantabile88 »

Mrkeyboard escribió:
Cantabile88 escribió:Sobre la foto de la pareja que está tomando un postre:

Me coge de la mano y me besa en la cabeza. ¿Pero estas confianzas? Si en ningún momento le he enviado señal alguna de sentir nada de nada por él. ¡Si sólo acepté su vigésimo tercera invitación a comer con manifiesta desgana, dejando entrever que me ponía en un compromiso, para ver si así me dejaba en paz un tiempo porque además no podía seguir inventándome excusas! ¿Y cómo se le ocurre venir disfrazado de Mario Conde a una comida informal? ¿O seré yo la que ha venido con vestimenta inapropiada a este restaurante tan extraño en el que apenas hay mesas y los precios no aparecen reflejados en la carta? Se ha pasado toda la comida hablándome de cocina de vanguardia, de lo enriquecedora que fue su experiencia vital viajando por Asia durante 4 meses y que le gustaría repetir acompañado, y de lo mucho que le fascinan el jazz y los cuadros de un tal Rothko. Aguanta la sonrisa, no montes un espectáculo y en cuanto puedas te sueltas de su mano y pones distancia o huyes a ser posible.
Disculpa que no había comentado, por algún motivo se me pasó pero Damadelpiano hizo que me diera cuenta. La chica está abrumada por tanta sofisticación, entiendo que estaba harta de ser invitada y dijo que sí finalmente, que no le veo nada de malo en la descripción a quien la invita, simplemente no cuadra en sus gustos, la chica es alguien más sencilla, descomplicada, informal. Aunque honestamente, dado todo lo que describe ella, ese beso en la cabeza y cogerle en la mano para mi es acoso, no tiene NADA que ver con cómo fue justificado en mis descripciones o las de otros. Es que siempre lo fue, siempre fue acoso invitar a una persona 23 veces porque siempre le dijeron que no y besarla en la cabeza, tomarla de la mano y abrumarla con una cantidad de conversaciones infladas de petulante hombre de mundo. Pero... para mi el error es de ella, por no ser más frontal y decir las como son, sin ser ofensiva y si el hombre insiste ya decir que eso es un acoso, que ya dijo NO.
Mmm...sí, igual exageré demasiado y me ha quedado un personaje un poco acosador. Mi idea era describir un sólo encuentro desastroso, un personaje pesado que no tiene conciencia de que no es correspondido y que la historia acabara mal (las anteriores creo que acababan todas con final feliz), pero no había pensado en el tema del acoso. Efectivamente, si ella no le deja las cosas claras puede haber malentendidos.

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aconcagua
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Re: Literarios (hecho en casa)

Mensaje por aconcagua »

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Última edición por aconcagua el Jue May 18, 2023 4:13 pm, editado 1 vez en total.

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aconcagua
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Re: Literarios (hecho en casa)

Mensaje por aconcagua »

Gracias, mister.

Le dí vueltas al asunto, y me parece que lo inspirador vino de un atentado que hubo hace unos días en Estrasburgo y esas cosas siempre me dan mucha impresión.
De cualquier manera, lo de las lágrimas de cocodrilo es un mito (que el cocodrilo llora de remordimiento mientras mata) porque cuando está fuera del agua, simplemente se le hidratan más los ojos.

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