Pianistas olvidados

Cuestiones generales relativas a la interpretación del instrumento en la música clásica
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Impromptu
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Pianistas olvidados

Mensaje por Impromptu »

Hola, ne parece un buen tema.
Podemos hablar de Jorge Bolet, lo conoceis? yo puedo hablar un poco de él, pues estuvo viviendo diez años en Fuenterrabia, en nuestra casa de verano, le gustó mucho las vistas....bueno ya os contaré.
Os dejo este video, cuando yo creo que ya estaba en su etapa final.

Movido a "entre pianistas". Temática de piano, en foro "general".
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Impromptu
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Re: Pianistas olvidados

Mensaje por Impromptu »

Bueno voy a esperar a llegar a Bilbao, casualidad que ha salido un articulo de Jorge Bolet hablando de cuando vivió en la casa de Fuenterrabia, con sus recuerdos.....

Lo ha publicado Rodamilans de la Sociedad filarmónica, que casualidad que yo queria hablar de él....y mira por donde me acaban de dar esta noticia.

Os lo imprimo en cuanto pueda.
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Impromptu
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Re: Pianistas olvidados

Mensaje por Impromptu »

Os dejo esto de Listz, el tocaba muchísimo a este compositor.
Vivió seis años y no diez en la casa de Fuenterrabia, ya no existe, se vendió hace dos años y la tiraron, yo era una cria cuando le conocí, recuerdo que cuando venia a casa para hablar con mi madre, venia acompañado de su manager Tex, eran los dos(a mi me lo parecía) altísimos.
Bueno a ver si consigo el artículo para dejároslo.
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Impromptu
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Re: Pianistas olvidados

Mensaje por Impromptu »

Os la copio desde internet, me he metido en la pagina de la Filarmónica y estaba allí.

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Recuerdo de
JORGE BOLET
semblanzas
LA PRIMERAVEZ que escuché tocar el
piano a Jorge Bolet fue, alrededor
de 1961, en una sala de cine londinense.
La película se titulaba Song without end y
trataba de ser una parcial biografía de
Franz Liszt. Dirk Bogarde había sido elegido
para representar al compositor húngaro,
y ahora no puedo recordar si fue un
Liszt digno o todo lo contrario, pero
tengo claramente grabada en mi memoria
la intensa impresión que me produjo
escuchar la deslumbrante paráfrasis que
Liszt escribió sobre el "cuarteto" de
Rigoletto. Las manos que Bogarde utilizaba
prestadas eran, naturalmente, las de
Jorge Bolet, que grabó toda la banda
sonora de la película. Y con la fascinación
que siempre me ha producido el cine,
Jorge Bolet, desde ese momento, se convirtió
en una especie de leyenda.
La leyenda se convirtió en un héroe de
carne y hueso en 1962 y 1964, en dos
magníficos recitales que hizo en la
Sociedad Filarmónica, aunque yo sólo le
conocí personalmente en la primavera de
1966. Jorge Bolet vivía entonces en Villa
Egoki, una atractiva casa de estilo vasco -
si aun existe - situada en un altozano
desde el que podía contemplarse la hermosa
bahía que se forma entre
Fuenterrabía y Hendaya. Pierre Loti, que
había navegado por muchos mares y océanos,
aseguraba que esa bahía era el paisaje
más bello del planeta. Llegué a Villa
Egoki de la mano de Alberto Bolet, y
Rosita, su mujer. Alberto, hermano
mayor de Jorge, había dirigido la
Orquesta Sinfónica de la Habana, y al llegar
la revolución de Castro, tuvo que exiliarse
a los Estados Unidos. Aquellos
años era el director titular de la Sinfónica
de Bilbao. Así como Alberto era hablador
y extrovertido, Jorge era más bien callado,
casi podía parecer taciturno, e introvertido.
Su estatura y corpulencia, le transformaban
en un gigante moreno, dotado de
una mirada profundamente penetrante.
Debo confesar que esta mirada penetrante,
pero impenetrable, y su sobriedad de
palabras me producían un efecto intimidante.
Más tarde - incluso años más tarde
- pude descubrir que cuando se distendía,
detrás de esos ojos insondables se ocultaba
una personalidad afable, cordial y un
conversador inteligente.
En cierta ocasión, cuando era todavía
un niño de cuatro años, su hermana
María le llevó a escuchar un recital de
piano y - contaba Jorge - "desde aquel
momento supe que donde se sentaba
aquel hombre, allí quería sentarme yo."
Siempre quiso ser pianista, y a los doce
años, después de unos titubeantes
comienzos en Cuba, cortó sus raíces
con la hermosa isla y se trasladó a vivir
y estudiar en los Estados Unidos. En
opinión de Bryce Morrison, una desmedida
tristeza y una falta de confian13
za en sí mismo le impulsaron a confiar
en exceso en la autoridad de otros. Su
hermana María, también pianista,
actuando in loco parentis, fue la primera
persona que sometió a Jorge con crueldad.
Esto se combinó con el régimen de
trabajo que imponía David Saperton, su
profesor en el Instituto Curtis, de
Filadelfia, y yerno del gran Leopold
Godowsky. Parece que Saperton trataba
a sus alumnos "con la sutileza de un
sargento instructor". Y bajo la dictadura
de este sargento, Jorge pasó siete
terribles años. Es posible que se consolara
pensando en los que
Rachmaninoff había sufrido bajo la
férula de Nikolai Zverev. Aunque esta
tremenda disciplina pudo poner los
cimientos de la futura grandeza de
Jorge, dejaría sin duda huellas dolorosas
en su naturaleza sensible.
En Villa Egoki Jorge vivía con Tex
Compton, un americano que sacrificó
su propia carrera comercial para concentrar
sus notables energías en lograr
el éxito de Jorge Bolet, convirtiéndose
Jorge Bolet, 1966
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en su asistente y manager, sin especial
justificación y sin tener otros conocimientos
de música que los rudimentos
que iba recogiendo del propio Jorge en
sus incesantes viajes. Fue su compañero
hasta el final de sus días y tiranizó su
vida en todos los sentidos. Yo recordaba
que también Somerset Maugham sufrió
mucho con Gerald Haxton.
Tex, igual que Haxton, era extrovertido
y simpático. Cuando llegamos a Villa
Egoki nos recibió sonriente, efusivo y
jovial. Se podría haber dicho que era él
propiamente el anfitrión. Enseguida preparó
unas bebidas y unos aperitivos en el
jardín, y se ocupó impecablemente del
almuerzo. Al jardín, tranquilo y silencioso,
no llegaba ninguna clase de ruido, y la
temperatura, primaveral, era muy agradable.
Jorge fumaba mucho y hablaba poco,
quizás porque conocía lo que yo sólo
intuía, la tensa relación que existía entre
Tex y sus hermanos. Después de tomar
café, pasamos al salón, blanco desde la
moqueta al techo, donde un Bechstein de
cola negro paradójicamente deslumbraba.
Jorge se sentó al piano y en ese momento
se transformó. Nos regaló varias transcripciones,
maravillosas transcripciones
de Godowsky sobre canciones de
Schubert, además del ballet de
Rosamunda, pero, sorprendentemente,
nos confesó que su ilusión secreta era
tocar y grabar todos los conciertos para
piano de Mozart. (Nunca lo hizo. El
único Mozart que aparece en su extensísima
discografía está arropado por Liszt
- son las Reminiscencias de Don Juan).
Después de este episodio, imborrable
en mi memoria, tuve la fortuna de tratar
y conocer bastante bien a Jorge Bolet.
En diferentes encuentros fui coleccionando
retazos de su vida y su carrera
pianística, y recomponiendo, siquiera
parcialmente, los trozos de un verdadero
rompecabezas. Porque no es fácil
explicar por qué el gran éxito comercial
eludió durante tanto tiempo a Jorge
Bolet, que desde muy joven había mostrado
su enorme talento musical, su
gran sensibilidad artística y su portentosa
técnica pianística. Llegó a tener
algunos momentos de desmoralización
durante los que estuvo tentado de abandonar
la lucha y hacerse fotógrafo profesional.
La fotografía era uno de sus
hobbies. Pero una vez más vencieron la
tenacidad y la perseverancia. En una
ocasión recordaba lo difícil que había
sido y seguía siendo su carrera.
"No sabes lo que cuesta subir la escalera
peldaño a peldaño, avanzar paso a
paso, cuando no has conseguido algún
triunfo espectacular, como un gran
concurso internacional que repentinamente
te abre casi todas las puertas. En
mi caso, también la guerra me afectó
negativamente." Se quedó un momento
pensativo, y añadió, sonriendo, "acaso
todo habría sido más sencillo si mi apellido
hubiera sido Boletsky"
Lo que callaba, quizás por modestia,
quizás por su natural elegancia, es que
antes de cumplir veinte años se había
presentado en el Carnegie Hall, de
Nueva York, con Fritz Reiner dirigiendo
la orquesta, y sentados entre el
público se encontraban Sergei
Rachmaninoff, Micha Elman, Gregor
Piatigorsky, Vladimir Horowitz,
15
Eugene Zimbalist y Leopold
Godowsky.
En su interesante libro Pianists at Play,
Dean Elder escribió lo siguiente: "Si
usted no ha escuchado alguna vez la
transcripción que hizo Liszt de la
Obertura de Tannhauser en la versión de
Jorge Bolet , usted ha perdido algo muy
especial. El público que le escuchó en el
Festival Internacional de Piano de
1973, en Maryland, puesto en pie
expresaba ruidosamente su aprobación
y aplauso, como lo hizo por las "propinas"
de Rachmaninoff."
La obra de Wagner-Liszt es algo que,
afortunadamente, el público de la
Sociedad Filarmónica de Bilbao escuchó
y nunca podrá olvidar. Fue la
"guinda" en un recital de noviembre de
1975 - el quinto que Jorge Bolet ofrecía
en la sala de la Filarmónica - que
comenzó con la Chacona de Bach-
Busoni, y siguió con una fulgurante lectura
de los Veinticuatro Preludios
Op.28, de Chopin. Después del
Intermedio llegó la admirable transcripción
de Tausig del vals de J. Strauss
Man lebt nur einmal (Sólo se vive una vez)
Op.167, en una interpretación que casi
hacía olvidar la legendaria grabación de
Rachmaninoff. A continuación Nachtfalter
(La luciérnaga), Op.157, también de
Strauss-Tausig, dio paso a los deslumbrantes
arabescos que Adolf Schulz-
Evler compuso sobre otro vals de
Johann Strauss, el célebre An der schönen
blauen Donau (En el bello Danubio
azul). Abram Chasins decía que cuando
escuchaba a Joseph Lhevine en su interpretación
trascendente de esta obra le
parecía que bordeaba lo sobrenatural.
Eso mismo podría decirse al ver los
dedos de Jorge Bolet moverse diabólicamente
sobre el teclado y escuchar el
increíble resultado de su creativa imaginación
pianística.
Una afortunada coincidencia hace que
exista actualmente un testimonio sonoro
de lo que era el pianismo de Jorge Bolet
en ese tiempo. Pocos meses antes de
hacer el recital en la Sociedad
Filarmónica había tocado un idéntico
programa en el Carnegie Hall. Este concierto
fue grabado por RCA, y está recogido
íntegramente - aplausos delirantes
incluidos - en la estupenda colección de
CDs "Great Pianists of the 20th century".
Bryce Morrison, comentando esta
grabación decía que "era una prueba viva
de una ocasión en la que el virtuosismo
de Jorge Bolet estalló en una llamarada
de magnificencia".
Sin embargo, dentro de esos contrastes
que marcaron la carrera y la vida de
Jorge Bolet, sus grandes éxitos discográficos
llegaron relativamente tarde.
Una tarde, a principios de 1981, nos
encontramos en Londres por verdadera
casualidad, casi tropezamos en la tienda
de Fortnum & Mason. Sorprendidos y
encantados, quedamos citados para
cenar juntos esa noche. Le llevé a uno
de mis restaurantes de pescado favoritos,
que también fue de su agrado. Con
gran ilusión me anunció que había firmado
un importante contrato con la
firma Decca para grabar la integral, - si
eso es posible - de la obra pianística de
Liszt. Era, naturalmente, una tarea para
varios años, y me lo contaba con since16
ro asombro. Hablando de grabaciones,
yo saqué a colación, entre otras cosas,
su maravilloso disco -en mi opinión -
de una selección de Estudios y Valses
de Chopin-Godowsky, que había grabado
dos o tres años antes, y yo le aseguraba
que el Nº 25 de Godowsky
(sobre el Op.25, nº1 de Chopin) era, en
sus manos, un joya irrepetible, the jewel
in the crown. Jorge sonreía ante mi entusiasmo.
Probablemente ya lo sabía.
(Cuando años más tarde - Jorge Bolet
ya había desaparecido - Bryce Morrison
aplaudía esta misma grabación, escribía
con acierto, y con gracia, que el arte de
Godowsky no es para puritanos).
Su cara cambió cuando le pregunté
por Tex, y me miró con expresión abatida.
Tex Compton había muerto el año
anterior, en San Francisco, dejando, al
mismo tiempo, un respiro y un gran
vacío en la vida de Jorge. Me contó con
tristeza que durante las últimas semanas,
cuando le visitaba en la clínica, no
le reconocía. "¡Imagínate, después de
vivir juntos casi cuarenta años!"
Los contrastes sorprendentes persiguieron
a Jorge Bolet prácticamente
hasta el final de su vida. A mediados de
los años ochentas, después de haber
tocado un recital en el festival veraniego
de la Roque d'Anteron, me decía, entre
modesto y divertido, "ya ves, ahora me
han descubierto en Francia y me faltan
fechas para hacer todo lo que me piden".
Jorge Bolet se había despedido de la
Filarmónica de Bilbao, en diciembre de
1980, con un recital en el que, junto a
obras de Haydn, infrecuentes en su
repertorio, volvió a obsequiar a los
socios con unas admirables interpretaciones
de las "Variaciones y fuga sobre
un tema de Händel", de Brahms, la
transcripción de Godowsky de la
Invitación a la danza, de Weber, para terminar
con el mundo mágico de Liszt en
Italia: dos de los tres Sonetos del
Petrarca y Après une lecture de Dante.
Ciertamente se puede afirmar que la
Sociedad Filarmónica escuchó lo mejor
del arte pianístico de Jorge Bolet, que
equivale a decir lo mejor del arte pianístico.
En un infrecuente momento de
entusiasmo, Harold C. Schonberg describió
a Bolet como el más grande
intérprete de Liszt del siglo veinte, con
los dedos de Horowitz y el sonido de
Lhevinne. Quizás con una idea similar,
David Murray había escrito que, para
los amantes del piano, un recital de
Bolet era siempre una fiesta. Podemos
asegurar que la Filarmónica disfrutó, al
menos, de seis fiestas.
Escuché a Jorge por última vez a finales
de 1989, también en Londres. Hizo
un Segundo Concierto de Brahms muy
por debajo de su nivel habitual. Era
consciente de ello, y cuando estuve
saludándole en el green room me repetía,
una y otra vez, que acababa de llegar de
Nueva York, y que estaba muy cansado.
Traté, sin éxito naturalmente, de animarle,
pero el color ceniciento de su
cara me decía que estaba sufriendo algo
más grave que un mero cansancio. Y así
era. Creo que el final de Jorge fue triste,
como había sido la mayor parte de
su vida. Murió prematuramente a los
setenta y seis años.
R.R.
Nada se consigue sin esfuerzo

Impromptu
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Re: Pianistas olvidados

Mensaje por Impromptu »

Bueno no puedo añadir mucho más.....
La casa de Fuenterrabia la compraron mis padres por el mismo motivo que él.....sitio tranquilo y unas vistas que veias en dias claros por la noche desde Hendaya hasta San Juan de Luz.

La mirada penetrante la recuerdo, pues solia venir a casa para hablar con mi madre y coincidía que estaba yo pero solia sonreir un poco.....yo me marchaba.....
En Navidad solia hacer una fiesta y solia invitar a mi madre y mis dos hermanos mayores Erik y Blanca, solía poner comidas típicas de su pais (Cuba).

Si es verdad que tuvo mucho éxito en Francia, pues cojíamos los canales franceses y hablaban mucho de él y le hacían entrevistas....incluso cuando murió nos enteramos tb. por este medio.

Cuando hacía giras, yo le acompañaba a mi madre a Fuenterrabia para hablar con los guardeses por si había problemas en el tejado etc..etc...y ellos hablaban del señorito Bolet etc..etc...

Para nosotros fue y es un honor haber tenido a Jorge Bolet en nuestra casa, tenemos discografia de él y nos gusta mucho.
No sabia que habia tenido una vida tan atormentada y sí me ha impresionado haberlo leído.
Tuve un compañero que me comentó hace tiempo que fue a Estados Unidos a estudiar con él pero ya no estaba en condiciones...
Me resulta increíble hablar de Jorge Bolet....nunca lo olvidaré yo ni mi familia.
Última edición por Impromptu el Dom Ago 30, 2009 12:32 am, editado 1 vez en total.
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Re: Pianistas olvidados

Mensaje por Impromptu »

Si no os parece mal he abierto el hilo de Années de pèlerinage de Listz como para hacer simbólicamente un pequeño homenaje a Jorge Bolet.
Era Listz lo que más tocaba, puede que fuera porque se identificaba totalmente con él, sobre todo en esta parte de la vida de Listz que yo creo que fue muy profunda.
No se pueden poner todas las obras pues ocuparia mucho espacio.
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