* La guerra de Sucesión y la instauración de una nueva dinastía más en línea con la Ilustración que con la tradición.
* Un cambio en las artes del barroco al clasicismo.
* La evolución del teclado, con un órgano dedicado a la música religiosa, el clave para la aristocracia y burguesía y el fortepiano apareciendo.
Este siglo además, musicalmente está marcado por un Scarlatti que eclipsó al resto de compositores, con sus sonatas bipartitas y asimilando un estilo español y portugués que ya era usado por compositores como Albero, José de Nebra, Joaquín Montero y otros más. Con Scarlatti ocurrió que quien no compusiese rigurosamente según sus moldes pasaba a ser considerado de categoría inferior.
Sebastián de Albero nació en Roncal (Navarra) en 1722, el tercero de los cinco hijos de un matrimonio procedentes ambos de Aragón, que se mudó varias veces de residencia ya que su padre ejercía la medicina. En 1734 ingresó en el coro de infantes de la Catedral de Pamplona a una edad algo tardía, lo que ha hecho suponer que contaba con una formación musical anterior donde permaneció hasta 1739.
En cuanto a la educación musical de Albero, en ese momento no existían conservatorios de enseñanza musical y su estudio se daba siempre ligado a las institución eclesiástica. Algunas de las fugas compuestas por Albero son imponentes, superiores a otros compositores de su época y puede que Albero fuera discípulo de algún contrapuntista español radicado en Navarra. No obstante, también se detecta una influencia de Francia por su proximidad en sus recercate. En cambio, sus sonatas tienen una estructura armónica española, al igual que otros organistas coetáneos.
Del coro de infantes de la Catedral de Pamplona, Albero fue, posteriormente elegido por el rey Fernando VI como primer organista de la Capilla Real de Madrid entre 1748 y 1756 y músico de cámara del rey Fernando VI para quien escribiría música y a quien dedicaría sus Obras para clavicordio y pianoforte. Durante ese período coincidió con compositores de la misma capilla (José de Nebra, Joaquín Oxinaga) y con Scarlatti (maestro de música de María Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI) aunque no se percibe que Albero se sometiera a su estilo.
Sebastián de Albero murió a la temprana edad de 33 años, dejando una escasa pero magnífica obra para tecla que representa una de las cimas de la escuela española de clave del siglo XVIII. Según dice Genoveva Gálvez, las sonatas de Sebastián de Albero muestran una melancolía que anticipa la obra de Chopin, lo que le caracteriza como un precursor del estilo melancólico o sentimental.
Su corta composición se plasma en:
Treinta sonatas para clavicordio, en un manuscrito no autógrafo conservado en la Biblioteca Marciana de Venecia, publicado en 1978 y que posiblemente fue llevado por el cantante Farinelli a Italia, como herencia de la reina Mª de Braganza, cuando Carlos III prescindió de sus servicios. También se llevó numerosos manuscritos de Scarlatti. En aquel entonces los compositores gustaban a veces de agrupar sus piezas en grupos cercanos a treinta. Es el caso de los “30 Essercizii per gravicembalo” que son las primeras sonatas de Scarlatti. Sin embargo, Albero emparejó sus sonatas de manera sistemática, en una relación de continuidad, normalmente una en tiempo reposado, a la que sigue un allegro. Aunque estas sonatas se pueden ejecutar aisladamente, Albero pone en la mitad de la colección, la nº 15, una Fuga en sol menor, y al final de la misma, la nº 30, otra Fuga en re mayor, para concluir brillantemente el ciclo. Naturalmente, no todas las sonatas están a la misma altura. Algunas, más convencionales, son claramente de estilo barroco pero en otras aparece el estilo galante, con pequeños motivos, una ornamentación característica, expresiva, con una melancolía pre-chopiniana, íntimas y emotivas, una especie de pre-romanticismo en un momento en el que ni había aparecido el clasicismo vienés. Es llamativo que Albero, que muere seis años después de Bach se adscribe rápidamente a un nuevo movimiento de estilo.
Obras para clavicordio o pianoforte, que custodia la Biblioteca del Conservatorio Superior de Madrid. Esta obra constituye posiblemente la música española más antigua que indica pianoforte en el título (aunque algunos opinan que son las composiciones de Joaquín Montero). Conviene aclarar que el término clavicordio se usaba en la época para el instrumento que hoy conocemos como clave, es decir, de cuerda pinzada, mientras que para nuestro actual clavicordio, esto es, el instrumento de cuerdas percutidas antecedente del piano, se prefería en el Siglo de las Luces español el término de monacordio. Se trata de seis obras con estructura tripartita de recercata, fuga y sonata, una estructura por completo extraña a la tradición hispana. Hay una teoría según la cual con esta forma de tríptico Albero quería demostrar su dominio en estilos muy diversos: con la recercata, la fantasía, la capacidad de improvisación, el manejo extravagante de las armonías; con la fuga, el contrapunto, el estilo dominante del Barroco; y con la sonata, una forma moderna, a la moda, no referida a la sonata ya clásica, sino a la bipartita típica de Scarlatti.
Las recercatas están escritas por Albero ad libitum, y además no usa barras de compás en ellas, sólo la figuración de corcheas, por lo que da una libertad extraordinaria, y no solamente rítmica, sino también armónica, ya que las obras están llenas de enarmonías extrañas y modulaciones bruscas, algo sorprendente para la época.
Destaca el pianista español Antonio Baciero que ha grabado la mayor parte de las obras de Albero y más reciente el pianista Juan Ignacio Fernández.
Estas son algunas de las composiciones que más me han gustado.
De las 30 sonatas para clavicordio, destacan la n° XI, XXII, XXVI y XXVIII. Aunque no estén escritas para piano se les puede sacar mucho partido en la expresión.
Oculto: